Las Redes Neuronales Pueden Tejer Puentes en el Tiempo
- by Thomas Hübl
- May 26
- 4 min read
Extracto del libro de Thomas Hübl Sanar el Trauma Colectivo: La Integración de Nuestras Heridas Intergeneracionales y Culturales, capítulo Un Proceso Grupal Para la Integración

«El ser humano ha partido de un estado inconsciente y se ha esforzado siempre por alcanzar una mayor conciencia. El desarrollo de la conciencia es la carga, el sufrimiento y la bendición de la humanidad»
C. G. Jung, The Quotable Jung
«No desperdicies tu sufrimiento»
Eduardo Duran «Native, Indigenous Cultures and Healing Trauma» (pódcast)
Cuando imaginamos el sistema nervioso, a la mayoría de nosotros nos viene a la mente los coloridos gráficos de los libros de texto de anatomía o las escenas animadas de los documentales de ciencia (o los anuncios de productos farmacéuticos, para quienes viven en Estados Unidos y Nueva Zelanda). Tal vez visualicemos el sistema nervioso de forma parecida a la red vascular: casi infinitamente ramificado, rebosante de fibras rojas, azules pálidas y blanquecinas. Por supuesto, si somos lo suficientemente jóvenes, nuestras imágenes mentales inmediatas de estas formas pueden estar actualizadas, más influidas por el artista visionario Alex Grey que por el libro de texto clásico Gray’s Anatomy.
Pero cuando hablo del sistema nervioso, me gustaría que pienses en la película de ciencia ficción de 2009 de James Cameron, Avatar. En el mundo creado por Cameron, los humanos del futuro han invadido una luna habitada en el sistema estelar Alfa Centauri con el plan de desplazar a los nativos, por la fuerza si fuera necesario, y despojar a la luna de sus recursos. La luna es una biosfera conocida como Pandora, y es el mundo natal de los Na’vi, una raza inteligente y pacífica.
En Pandora, el pueblo Na’vi, las almas de todos sus antepasados y la ilimitada flora y fauna están íntimamente conectados a través de una vasta red neuronal bioluminiscente. Este sistema nervioso colectivo vivo se representa visualmente en la película a través de brillantes filamentos luminosos. Brilla en cada musgo y liquen, en cada hoja, tallo y semilla. Sus hileras y fibras corren radiantes por las raíces de los árboles y emergen de las coronillas, culminando en las puntas de las largas trenzas que adornan a los pandoranos. Cuando los Na’vi se conectan entre sí o con sus animales, pueden sentir al otro desde dentro. Ya no necesitan el habla o los gestos para comunicarse con quienes están vinculados. Cuando se ha establecido un nexo de este tipo, es habitual que un Na’vi diga: «Te veo».

A través de esta misma red neuronal son capaces de conectarse con sus antepasados. Pueden tender un puente en el tiempo. Nuestro propio sistema nervioso no es diferente al de los Na’vi de ficción. Desde una perspectiva estrictamente tridimensional, podemos considerarlo un aparato de carne y hueso, pero no somos meramente de esta dimensión. Todo es energía, e incluso en el ámbito material el cuerpo burdo no es simplemente mecánico, sino que funciona con electricidad. El intrincado plexo del sistema nervioso humano constituye una extensión corporal de la matriz del cuerpo sutil; sus reticulaciones fractales —autosimilares y recurrentes— constituyen una compleja estructura natural para el flujo de luz.
Cuanto más presentes, claros y sintonizados estemos, más se parecerán nuestras capacidades de conexión consciente a las de los Na’vi.
Nos hemos visto como islas individuales y aisladas, atadas a nuestras historias personales. Leemos predicciones sobre el transhumanismo, esperando que muy pronto seamos capaces de tragar una cápsula de nanobots capaz de combatir enfermedades, implantarnos una red neuronal sintética que nos haga radicalmente más inteligentes o cargar nuestras mentes, recuerdos y personalidades —todo lo que pensamos que somos— en un disco externo o en una tarjeta inteligente transferible, que nos permita vivir para siempre, o al menos más allá de las limitaciones del cuerpo.

Sin embargo, dentro de cada uno de nosotros ya existe un bioordenador radiante, desarrollado y perfeccionado durante cientos de miles de años. El sistema nervioso humano es profundamente vivo, interdependiente e interconectado. Una vez activado, incluso nuestro código de ADN tiene el potencial de renovarse (considera el impacto de la sanación del trauma en la epigenética). Cuando llegamos a ver la elegancia de lo que somos, comprendemos que nunca hemos estado verdaderamente separados. Aprendemos a reforzar nuestra conexión con los demás y con nuestro mundo. Activados y vinculados, podemos descubrir que siempre hemos tenido dentro de nosotros profundas semillas para la curación consciente y la inteligencia amplificada, así como múltiples capacidades para tender un puente más allá del cuerpo, o bien integrarlo y utilizarlo de formas trascendentes.
Pero tal como las escuelas de misterio de nuestro mundo han enseñado durante siglos, no necesitamos esperar pasivamente a un futuro que esperamos. Estas capacidades están disponibles dentro de nosotros ahora. Es nuestra tarea descubrirlas y desarrollarlas. Ya es cierto que, en el espacio creado dentro de la plenitud de la presencia consciente y la correlación, podemos viajar en el tiempo.
Un sistema nervioso sutil activado no solo nos permite percibir, sino también entrar en contacto con un momento pasado de dolor en otros, del que podemos ser testigos compasivos. Podemos conectar conscientemente con la presencia viva de nuestros antepasados y apoyarlos en una experiencia de sufrimiento. Podemos observar de forma imparcial una herida en el tiempo de nuestra memoria nacional o racial, así como sintonizar el dial de nuestro sistema nervioso con el de un amigo, un ser querido o un cliente con objeto de conectar con un punto temprano de trauma dentro de ellos, y sostenerlo juntos con presencia, una conciencia testigo y la intención de curación. Podemos reunirnos en el espacio-nosotros con sanadores, terapeutas, ciudadanos conscientes y agentes de cambio afines para abrir los pliegues del espacio-tiempo y ofrecer la oración del bodhisattva.
Más información sobre el libro de Thomas: Sanar el Trauma Tolectivo: La Integración de Nuestras Heridas Intergeneracionales y Culturales - https://thomashuebl.com/es/#libros
Si te interesa profundizar en esta visión, el 5 de junio tendremos el segundo encuentro del Ciclo 2025 del Grupo de Estudios de Ciencia Interior, con el tema: Anatomía Sutil y Comunicación Transparente. Es la última oportunidad de este año de unirte a este grupo. Más informes aquí: https://www.interbeing.space/inscripcion-grupo-internacional