SANAR EL TRAUMA COLECTIVO - El Pilar Interior Para Reparar La Confianza En El Perú
- Dra. Vivianna Rodriguez Carreón

- Sep 28
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El nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD) en el Perú, Actuar, confiar y conectar caminos: El valor de la acción conjunta para el desarrollo sostenible, expone un dato alarmante: la confianza en las instituciones es muy baja, y “dificulta la cooperación necesaria para impulsar el desarrollo del país”. Además, restringe la confianza entre personas —clave para una sociedad cohesionada— que también se encuentra por debajo del promedio en América Latina.
UNA HERIDA NO ATENDIDA
Históricamente la desconfianza social aparece como una respuesta a heridas colectivas. Asimismo, en contextos donde el miedo es existencial, la desconfianza es uno de los recursos que nos permite protegernos. Pero con el paso del tiempo, las cualidades de la desconfianza se entretejen en el cotidiano de nuestras relaciones. Poco a poco, con cada generación, la desconfianza va tomando una estructura sólida, y se aloja en el subconsciente. En mi libro Agencia en la pobreza y la guerra: Conciencia en el desarrollo humano rural, exploro cómo parte de las fragmentaciones sociales no sanadas que permanece en el subconsciente de los peruanos aún no ha sido abordado. Las heridas sociales, crecen silenciosamente, pero son activas en el cuerpo social interior. La desconfianza entre ciudadanos gradualmente reduce la capacidad de vincularnos y obstaculiza la construcción de consensos.
Ahora nos damos cuenta de que la desconfianza, tanto en lo público como en lo cotidiano, nos limita. El informe del PNUD resalta que la desconfianza impide la cooperación, frena el desarrollo y debilita el tejido social. Pero detrás de este fenómeno no solo hay factores económicos o políticos. Hay una raíz más profunda y menos visible: el trauma colectivo.
HERENCIAS DE VIOLENCIA Y FRAGMENTACIÓN
Desde la Colonia, la discriminación étnica ha marcado nuestras relaciones sociales. Con el tiempo, esta discriminación se ha entrelazado con múltiples conflictos vividos en distintas regiones y generaciones. El resultado es una jerarquización de la identidad que continúa reproduciendo relaciones de poder desiguales. Por ejemplo, fragmentaciones como el conflicto armado interno (1980–2000), la Ley de Reforma Agraria, entre otros, dejan una marca profunda colectiva. Sin embargo, poco se ha dicho sobre cómo ese dolor colectivo sigue afectando nuestra forma de relacionarnos y de confiar.
No hemos sanado, y eso se refleja en nuestras instituciones, nuestras calles y nuestras conversaciones. En Sanar el trauma colectivo, el autor Thomas Hübl sostiene que las fracturas sociales no resueltas no pertenecen al pasado: al no integrarse, generan incoherencia colectiva en nuestro cotidiano. En el Perú, los síntomas de una crisis política son los estallidos sociales del miedo colectivo que emerge caóticamente. Caos que nadie asume su responsabilidad, y cuya culpa es etiquetada a diferentes colectivos generando otredad. Vemos al otro, con un filtro difuso y roto, que, a su vez, reflejan la condición interior individual y colectiva. No asumimos responsabilidad, porque no sentimos contar con las habilidades que se necesitan para responder a las crisis. El liderazgo en nuestra forma de relacionarnos requiere de una práctica que nos equipe vernos a nosotros mismos, al otro, y al colectivo, suspendiendo interiormente lo que llama Otto Scharmer fundador de la Teoría U, líder en Transformación de Sistemas, de las tres voces: la voz del juicio, la voz del cinismo, y la voz del miedo.
LA CONFIANZA COMO EXPERIENCIA INTERIOR
La confianza no se decreta ni se impone. Es un proceso interior. El confiar o no confiar tiene cualidades que emerge de vivencias en relación con los demás. Para ejercitar la confianza, necesitamos más que reformas técnicas con métodos que van más allá de las habilidades blandas: necesitamos sanar lo que está roto por dentro.
Volver a confiar implica reconocer el dolor, darle espacio y respiro para su expresión. Es una tarea de reflexionar la cultura histórica y emocional del que somos parte. Superar la sospecha que nos separa requiere un sistema que entienda el lenguaje profundo de lo fragmentado: un lenguaje consciente y contextual, que se entrelace y cambie la estructura desde una cualidad interior restaurativa.
UNA TRANSFORMACIÓN POSIBLE
Aprendimos a desconfiar para sobrevivir, pero hoy esa misma desconfianza nos frena. Para avanzar hacia una integración social restaurativa, necesitamos capacidades relacionales que, con el tiempo, sostengan procesos de desarrollo humano sostenibles. Esto exige un cambio profundo en nuestros sistemas: instituciones auténticas, liderazgos arraigados en la consciencia y una voluntad colectiva de compromiso a reconocernos.
Necesitamos más espacios para sanar, para escucharnos y para reencontrarnos. Solo así podremos reconstruir los vínculos que nos unen y crear un país donde confiar sea posible. Aprender a estar en sintonía colectiva es fundamental para ser testigos del trauma que aún nos habita. Sanarlo es indispensable si queremos construir una sociedad justa, saludable y verdaderamente democrática.
Vivianna Rodríguez Carreón, PhD, es científica social. Docente en la Universidad de Sídney y se especializa en desarrollo humano desde un enfoque transdisciplinario en la agencia humana, los procesos de trauma colectivo y liderazgo en transformación de sistemas.



